PATRICIO H
Desde que lo vi ayer por televisión, en el noticiario nocturno, no he podido dejar de pensar en la expresión de su rostro, completamente indiferente a las cámaras que lo enfocaban. Exactamente la misma expresión de regocijo que tuviera de niño, cuando jugábamos al "Sol", hace ya 15 años de eso.
Todo es cuestión de concentrarme un poco y los recuerdos de aquella época comienzan a aparecer, como viejas fotografías de infancia. Éramos unos diez o doce chiquillos, todos vecinos de "la cuadra", pequeños malandrines mal vestidos y despeinados, que religiosamente nos juntábamos por las tardes a jugar, ya fuera masivas "pichangas", que por lo general terminaban en gritos y empellones entre contrincantes, o a las bolitas, a la escondida, etc. Pero, sin dudas, era el "Sol" el juego preferido por todos, y en éste, Patricio H. era el mejor.
Para aquellos que no conocieron o no escucharon nunca hablar del "Sol", éste consistía en elegir de entre todos los participantes a un "quemado", el cual debía pararse en un punto llamado base, alrededor del cual el resto de los jugadores se formaba en ronda. Después de aspirar todo el aire que pudiera, el quemado entonaba en voz alta, de modo que todos lo escucharan, la palabra "SOL" y no debía, por ningún motivo, dejar de pronunciarla a menos que pillara a alguien. Si perdía el aire antes de haberlo hecho, recibía el castigo del "pillado". Mientras esto no ocurriera, debía correr tras la turba, que huía despavorida de él, y alcanzar de entre ellos a algún desdichado, quien al momento de ser tocado, debía volver a la base en calidad de "pillado"; por ende, a toda prisa y esquivando furibundas "chuletas" en el culo, que todos podían darle mientras éste no llegara a su destino para guarecerse, adolorido, y, como solía ocurrir, sobándose a dos manos en medio de las carcajadas de sus "amigos".
Extraño juego, aunque poseedor de una gran cantidad de pequeños y malignos adeptos, sobre todo entre los chicos de los sectores más populares del Santiago de la década de los 80. Patricio H. disfrutaba este juego por sobre todos los demás; pocas veces era alcanzado en las carreras y, por el contrario, siempre se ofrecía al comienzo del juego como "quemado". Era un chico delgaducho, pero con unas energías y agilidad tremendas, cualidades que no desaprovechaba para dar "chuletas" a diestra y siniestra, cuando el juego lo requería.
Nuestra infancia transcurrió así, en medio de juegos, peleas y amistades que se separaron con el tiempo; en el caso de Patricio H., éste dejó el barrio antes de alcanzar la adolescencia y nunca más supe de él... hasta ayer
Como todos los días, al volver del trabajo, preparé café y encendí el televisor para ver las noticias del día, y cual no sería mi asombro cuando, entre las imágenes captadas de una revuelta callejera, entre carabineros y estudiantes universitarios, apareció de pronto y en primer plano el mismísimo Patricio H., vistiendo uniforme de carabinero y corriendo con la misma agilidad que hace quince años, pero ahora tras los estudiantes, quienes infructuosamente trataban de escapar de las furibundas "chuletas" que el cabo Patricio H. propinaba al que se le cruzara por delante mientras gritaba: "¡Sooooool, conchetumadre!" con una expresión de regocijo bestial en el rostro. Casi emocionado, me quedé sonriendo, de pie frente al televisor, pensando en aquel hombre, vuelto a la infancia por un instante; tal vez, el hombre más feliz de la tierra.
Desde que lo vi ayer por televisión, en el noticiario nocturno, no he podido dejar de pensar en la expresión de su rostro, completamente indiferente a las cámaras que lo enfocaban. Exactamente la misma expresión de regocijo que tuviera de niño, cuando jugábamos al "Sol", hace ya 15 años de eso.
Todo es cuestión de concentrarme un poco y los recuerdos de aquella época comienzan a aparecer, como viejas fotografías de infancia. Éramos unos diez o doce chiquillos, todos vecinos de "la cuadra", pequeños malandrines mal vestidos y despeinados, que religiosamente nos juntábamos por las tardes a jugar, ya fuera masivas "pichangas", que por lo general terminaban en gritos y empellones entre contrincantes, o a las bolitas, a la escondida, etc. Pero, sin dudas, era el "Sol" el juego preferido por todos, y en éste, Patricio H. era el mejor.
Para aquellos que no conocieron o no escucharon nunca hablar del "Sol", éste consistía en elegir de entre todos los participantes a un "quemado", el cual debía pararse en un punto llamado base, alrededor del cual el resto de los jugadores se formaba en ronda. Después de aspirar todo el aire que pudiera, el quemado entonaba en voz alta, de modo que todos lo escucharan, la palabra "SOL" y no debía, por ningún motivo, dejar de pronunciarla a menos que pillara a alguien. Si perdía el aire antes de haberlo hecho, recibía el castigo del "pillado". Mientras esto no ocurriera, debía correr tras la turba, que huía despavorida de él, y alcanzar de entre ellos a algún desdichado, quien al momento de ser tocado, debía volver a la base en calidad de "pillado"; por ende, a toda prisa y esquivando furibundas "chuletas" en el culo, que todos podían darle mientras éste no llegara a su destino para guarecerse, adolorido, y, como solía ocurrir, sobándose a dos manos en medio de las carcajadas de sus "amigos".
Extraño juego, aunque poseedor de una gran cantidad de pequeños y malignos adeptos, sobre todo entre los chicos de los sectores más populares del Santiago de la década de los 80. Patricio H. disfrutaba este juego por sobre todos los demás; pocas veces era alcanzado en las carreras y, por el contrario, siempre se ofrecía al comienzo del juego como "quemado". Era un chico delgaducho, pero con unas energías y agilidad tremendas, cualidades que no desaprovechaba para dar "chuletas" a diestra y siniestra, cuando el juego lo requería.
Nuestra infancia transcurrió así, en medio de juegos, peleas y amistades que se separaron con el tiempo; en el caso de Patricio H., éste dejó el barrio antes de alcanzar la adolescencia y nunca más supe de él... hasta ayer
Como todos los días, al volver del trabajo, preparé café y encendí el televisor para ver las noticias del día, y cual no sería mi asombro cuando, entre las imágenes captadas de una revuelta callejera, entre carabineros y estudiantes universitarios, apareció de pronto y en primer plano el mismísimo Patricio H., vistiendo uniforme de carabinero y corriendo con la misma agilidad que hace quince años, pero ahora tras los estudiantes, quienes infructuosamente trataban de escapar de las furibundas "chuletas" que el cabo Patricio H. propinaba al que se le cruzara por delante mientras gritaba: "¡Sooooool, conchetumadre!" con una expresión de regocijo bestial en el rostro. Casi emocionado, me quedé sonriendo, de pie frente al televisor, pensando en aquel hombre, vuelto a la infancia por un instante; tal vez, el hombre más feliz de la tierra.
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